Los fertilizantes orgánicos no solo aportan nutrientes, sino que también mejoran las propiedades físico-químicas de los suelos y su actividad biológica. Esto crea un soporte ideal para los cultivos», decía el pasado mes de enero Allende Martínez, ingeniera técnica agrícola, en su espacio semanal ‘A pie de campo’ de Radio Calahorra de Cadena SER, mencionando entre ellos el estiércol, los purines, los restos de cosecha o el compost. Si bien, surgen cada vez más variantes que tenemos al alcance de la mano.
Un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) que evalúa el impacto ambiental de la recuperación de nitrógeno a partir de las aguas amarillas de los edificios puso de manifiesto cómo la reutilización de la orina humana permitiría producir fertilizantes sostenibles para la agricultura urbana, dotada de importantes beneficios ambientales, reduciendo las emisiones de CO2 y el consumo de agua.
La orina humana sirve como una fuente rica en nutrientes, en particular nitrógeno, que es esencial para la producción agrícola, minimizando las emisiones de gases de efecto invernadero y las que contaminan el agua de ríos o acuíferos. Pero estos no son los únicos, sino que Martínez también apuntó la importancia de los fertilizantes minerales que «aunque son fabricados de manera artificial, permiten obtener plantas más vigorosas al aportar la mayor parte de los nutrientes necesarios. Su comercialización en España está regulada por el reglamento europeo y normativas nacionales, garantizando su seguridad y eficacia.